lunes, 16 de mayo de 2011

CUBA: La primera mujer que tuvo la osadía de dirigir una Cooperativa

Freddy Pérez Cabrera

Todavía las guardarrayas y cañaverales contiguos a la carretera de Malezas conservan el perfume de Idalia Pérez Zamora, la primera mujer que en Cuba tuvo la osadía de dirigir una Cooperativa de Producción Agropecuaria.

En sus años de presidenta, Idalia nunca fue una dirigente de oficina.

Nunca antes los campesinos de Las Margaritas habían estado más felices que cuando les tocó ser comandados por esta humilde campesina, quien durante doce años demostró la capacidad femenina para hacer avanzar tareas tan complejas como las de la agricultura.

 
A pie, a caballo o en tractor, lo cierto es que la gente la recuerda recorriendo las tierras de la CPA Antonio Maceo, entonces perteneciente al municipio villaclareño de Cifuentes, con el objetivo de controlar las faenas, ver a un enfermo o tocar con la mano sus orientaciones, porque, como dice el campesino Ramón García, ella nunca fue gente de estar sentada detrás de un buró.
A pesar de sus 80 años, aún conserva la vitalidad del primer día. 
Fue en 1978 cuando comenzó a tejerse la leyenda de Idalia Pérez Zamora por esas tierras. Eran tiempos fundacionales, respecto al movimiento cooperativo y campesino en el país. Entonces ella se desempeñaba como organizadora de la CPA Abel Santamaría y recién había regresado del VI Congreso de la ANAP, al que asistió como delegada.

Narra que una noche le dijo a su esposo: "Viejo, la única forma de quedar bien con Fidel es creando una cooperativa en esta zona para dar respuesta a sus reclamos", a lo que Macho, como ella lo llamaba, respondió: "Tú estás loca, Idalia, aquí nadie va a entregar su conuco".


Al otro día se levantó más temprano de lo habitual, puso el basto a su yegüita y salió a tocar las puertas de cada casa. Algunos aceptaron la idea, aunque la mayoría manifestó su escepticismo. Mas no hubo cansancio. Aquella labor paciente comenzó a rendir frutos y el 4 de julio de 1978 nació la CPA Antonio Maceo, integrada por 18 personas, siete de las cuales eran mujeres.
"Nadie sabía quiénes iban a integrar la junta directiva. Sin embargo, a la hora de elegir al presidente, todos levantaron la mano por mí. Allí mismo, el organizador de la ANAP en la provincia llamó a Pepe Ramírez, el presidente nacional, y le comunicó la noticia, la cual lo llenó de alegría porque era la primera vez que una mujer accedía a esa alta responsabilidad", según cuenta.

Esa noche prácticamente no dormí generando ideas y proyectos que echaran a andar la cooperativa, recuerda Idalia, quien se propuso ser líder, no a base de concesiones ni charlatanería, sino del respeto y la exigencia.


En poco tiempo las cosas empezaron a cambiar en Las Margaritas; la vida de las personas mejoró y los resultados económicos no se hicieron esperar, hasta llegar a alcanzar, en su mejor momento, un costo por peso de 27 centavos y rendimientos cañeros de 101 000 arrobas por caballería, algo que parece un sueño en estos momentos.
Así llegaron nuevos socios a la institución, hasta llegar a tener 62 integrantes, de los cuales 16 eran mujeres, quienes seguían a su jefa no porque hablara más alto, sino por su ejemplaridad demostrada a pie de surco.


Entre sus recuerdos más gratos, la primera mujer que encabezó a un colectivo de campesinos en el país, menciona las muchas veces que tuvo la oportunidad de compartir con el Comandante en Jefe Fidel Castro y con Vilma Espín en congresos, visitas y reuniones importantes, donde no podía faltar el aliento de esta campesina ejemplar.
Hoy Idalia Pérez tiene 80 años y aún conserva la vitalidad del primer día. Cuando habla de la situación actual de lo que fuera su cooperativa, los ojos azules le centellean y no puede permanecer indiferente. "A veces me dan deseos de saltar sobre el lomo de mi yegüita e irme a resolver los problemas", expresa conmovida.


El desmoronamiento comenzó a principios de los años 90, cuando se fundieron tres cooperativas en una, un engendro que nunca dio resultados y que provocó el éxodo de decenas de afiliados, además de resultados económicos funestos que aún se arrastran.

"Pasé tiempos muy duros porque vi cómo la obra realizada se desmoronaba, la producción y los rendimientos descendían, provocando el desánimo de los cooperativistas", narra.
Pero la anima ahora la esperanza de que las cosas vuelvan a arreglarse, como lo demandan la economía campesina y del país.


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